2:3–4. En el imperio romano, muchos maestros itinerantes ya habían formado su propia reputación. Algunos de ellos afirmaban que eran expertos en lo que enseñaban, aun cuando en realidad no dominaban nada de lo que enseñaban, como las matemáticas o las ciencias. Por consiguiente, sus enseñanzas estaban llenas de errores. Algunos maestros tenían motivos puramente egoístas para enseñar; en vez de compartir sus conocimientos para el beneficio de otros, su interés radicaba en buscar su propio beneficio.
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